¡Puta madre! ¡La he cagado! ¡La he cagado a lo grande!
Corría como una putita llorona por un sendero casi invisible en medio de la noche. Mi condición era una mierda, por lo que el pecho ya me ardía a los pocos metros de haber empezado a correr, las piernas las sentía pesadas en cada paso que daba. Pero el miedo era lo que mandaba en ese momento dentro de mi cuerpo grasiento, era un combustible que me impulsaría de aquí hasta el siguiente estado si era necesario; y creo que así iba a ser.
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